miércoles, 9 de marzo de 2016

La atestiguación por parte del Dasein de un poder-ser propio y la resolución (54-57)

Capítulo Segundo
La atestiguación por parte del Dasein de un poder-ser propio y la resolución

—Entonces, ¿qué es lo que hace que, en la cotidianidad, sea posible un “hacerse auténtico”, esto es, un poder-ser propio?—

§54. El problema de la atestiguación de una posibilidad existencial propia
Se busca, pues, un modo de poder-ser propio del Dasein (poder-ser-sí-mismo) que: (a) sea atestiguado por el Dasein, (b) que tenga sus raíces en el ser del Dasein.
Aquí “sí-mismo” [“Selbst”] responde al quién del Dasein, tal mismidad [Selbstheit] es una manera de existir y no refiere a un ente “ante los ojos”, es decir, no es un estado. De manera regular, el Dasein no es sí-mismo sino uno-mismo [Man-selbst]. El tránsito del uno-mismo al sí-mismo propio es una modificación óntica. 
En efecto, de manera ordinaria el Dasein se encuentra perdido en el uno, es decir, ya decidido su poder-ser fáctico, pues el uno le quita la decisión al Dasein respecto de tareas, reglas, estándares, la urgencia y el alcance del estar-en-el-mundo; tal elección de las posibilidades “tomada” por el uno permanece oculta para el Dasein quedando indeterminado quién es el que elige, enredándole así en la impropiedad lo cuál sólo puede revertirse si el Dasein se recupera del estar perdido en el uno.
Recuperarse es traerse de vuelta desde el uno al sí-mismo, es la transición. Este traerse de vuelta debe tener aquel modo de ser cuya omisión había hecho que el Dasein se perdiera en la impropiedad, es decir, la recuperación se lleva acabo como una reparación de la falta de elección posibilitándose por primera vez y cada vez: el elegir, el decidirse, el poder-ser desde la mismidad. 
Pero antes el Dasein habrá de encontrarse pues está perdido en el uno, para ello habrá de mostrarse a sí mismo en su posible propiedad, esto es, habrá de atestiguar el poder-ser-sí-mismo: la voz de la conciencia. Este fenómeno originario del Dasein ya ha sido cuestionado y su función ha sido apreciada de formas diferentes, así como ha sido interpretado de varias formas lo que la conciencia dice.
Heidegger analizará la conciencia desde una investigación que apunta hacia una ontología fundamental la cual es previa a una descripción y clasificación psicológica de las vivencias de una conciencia moral, es ajena a una explicación biológica que disolvería el fenómeno, y se distancia de la teología que buscaría una demostración de la existencia de Dios.
La conciencia es un fenómeno del Dasein, es en el modo de ser del Dasein, es un hecho en y con la existencia fáctica. Exigir una prueba de ella implica la idea errónea de que esta sucede sólo a veces. La conciencia no puede ser probada debido a su heterogeneidad ontológica —no es posible someterla a las prácticas de la verdad como correspondencia que buscan lo igual—.
La conciencia abre, da a entender “algo”, lo cual nos remite a la aperturidad del Dasein que está constituida por la disposición afectiva, el comprender, la caída y el discurso. La conciencia es una llamada que, como un modo del discurso, convoca a despertar su más propio ser-culpable [Schuldigsein]. A tal llamada corresponde la posibilidad de escuchar, la comprensión de la llamada es un querer-tener-conciencia; aquí tenemos el acto de hacer la elección de un ser-sí-mismo: la resolución.

§55. Los fenómenos ontológico-existenciarios de la conciencia
La conciencia pertenece al ámbito de los fenómenos que constituyen el ser del Ahí en cuanto aperturidad. La conciencia abre. Es mediante la aperturidad que el Dasein tiene la posibilidad de ser su Ahí. El Dasein está para sí mismo, con su mundo, inicialmente y regularmente de una manera que ha abierto su poder-ser en términos del “mundo” del que se ocupa, pues la condición de arrojado del Dasein le entrega siempre, en cada caso, a posibilidades determinadas, por medio de la disposición afectiva a la que le pertenece con igual originalidad el comprender; de esta forma el Dasein “sabe” lo que pasa con él mismo, de lo que es capaz, en la medida en que (a) se ha proyectado hacia las posibilidades de sí mismo o (b) ha sido absorbido de tal manera en el uno, que ha dejado que tales posibilidades se presenten (el Dasein puede escuchar a los otros en cuanto un ser-con que comprende) de la manera en que el uno las ha interpretado. Al escuchar al uno-mismo desoye su propio sí-mismo. Para poder oírse primero habrá de encontrar al sí-mismo que ha desoído. La escucha del uno habrá de ser quebrantada, el Dasein deberá recibir la posibilidad —aquí no hay voluntad o agencia— de un escuchar que interrumpe, para lo cual se requiere una interpelación que despierte otro tipo de escucha enteramente distinto al escuchar al uno-mismo. Mientras este último aturde en el “bullicio” y la ambigüedad de la siempre “nueva” habladuría, la interpelación es silenciosa e inequívoca  sin dejar lugar a la curiosidad. La conciencia es aquello que nos da el comprender —que abre— llamando silenciosamente. 
En el llamar de la conciencia en la que vemos un modo de discurso no implica una locución verbal, la escucha no es un oír sensible sino un dar-a-entender algo, una apertura que trae un momento de sacudida y contuinidad y que alcanzara al que quiera ser traído de vuelta a sí-mismo.

§56. El carácter de la conciencia como llamado
¿Acerca de qué habla la conciencia, cuál es su discurso? ¿A quién interpela? La conciencia interpela al Dasein, el llamado de la conciencia abre el mundo del Dasein, para que éste quede abierto para sí mismo de suerte que el Dasein se comprende desde siempre. El uno-mismo, ocupado en su ser-con es alcanzado por la llamada. El Dasein es llamado hacia el sí-mismo propio, no hacia lo que él representa —y por lo que el hombre contaría a modo de narración: este soy yo, que inclusive se diría a sí mismo como análisis de su “vida interior”—, hacia lo que mundanamente es para los otros y para sí mismo. Sólo el “mismo” del uno-mismo es interpelado, con lo cual el uno se viene abajo. Este uno ávido de consideración pública es alcanzado y reducido a cosa sin importancia. El “mismo” pierde su refugio y es conducido por la llamada hacia sí mismo. El sí-mismo interpelado es aquel que sólo es en la forma del estar-en-el-mundo.
¿Qué dice la conciencia al Dasein? Nada, no da información, no tiene nada que contar ni pretende abrir un “diálogo consigo mismo”, sólo es llamado hacia su más propio poder-ser, le despierta, le llama hacia “adelante”, hacia sus posibilidades más propias.
La llamada no es oscura ni indeterminada, habla en la modalidad de silencio, fuerza al Dasein a guardar silencio sobre sí mismo.
La apertura es inequívoca, la dirección a la que apunta es certera, pero la interpretación es conforme a las posibilidades de comprensión del Dasein. Los “errores” nacen por la manera en como es escuchada la llamada, porque se le lleva a un monólogo negociador.
¿Quién es el que llama? ¿Cómo se comporta el interpelado respecto al que llama? ¿Cómo se concibe ontológicamente esta relación en cuanto conexión entitativa?


§57. La conciencia como llamada del cuidado
La conciencia llama al sí-mismo del Dasein desde su estar perdido en en uno. El sí-mismo permanece indeterminado y vacío en su “qué” pues el Dasein deja de lado la forma en que regularmente interpreta lo que es él. El que llama también se mantiene indeterminado; no responde a las preguntas regulares con las que se interroga a alguien sobre quién es ni ofrece la posibilidad de que el Dasein encuentre alguna familiaridad con qué comprender de manera “mundana” lo que el que llama es. Aquello que hace el llamado se mantiene a distancia de cualquier forma de familiaridad pues no es de su ser el que pueda contemplarse o discutirse; esto es una distinción positiva pues da a conocer que el que llama se agota en su convocar a…, que sólo es escuchado como tal sin más, entonces, ¿para qué seguir preguntando quién es? El que escucha no necesita preguntar, pero el análisis ontológico sí; la respuesta queda tan clara para el Dasein como que evidentemente la llamada es a él mismo: el Dasein se llama a sí mismo en la conciencia. Ontológicamente esta respuesta no es suficiente. El Dasein —“al tiempo”, en el instante— está presente de dos maneras diferentes: el que llama y el llamado; entonces, ¿no será el que llama el poder-ser-sí-mismo más propio?
La llamada no puede ser planificada ni llevada a cabo voluntariamente por nosotros mismos. La llamada acontece contra toda expectativa y contra la propia voluntad, pero no es hecha por alguien más que esté conmigo en el mundo. La llamada viene de mí y, sin embargo, de más allá de [über] mí.
El haber pensado la voz como una potencia lleva, siguiendo esta interpretación, a adjudicarse la potencia a un poseedor o a considerarse tal potencia como la manifestación personal (de Dios). De otra forma, podríamos rechazar la llamada como manifestación de un poder ajeno y explicarla en términos biológicos. Lo anterior salta por encima de la constatación fenoménica (que la llamada que procede de mí y de más allá de mí, se dirige a mí) que debemos mantener. Sería una precipitación metodológica si siguiéramos una tesis ontológicamente dogmática: lo que es de manera tan efectiva como la llamada, tiene que estar-ahí, presente ante la mano, y lo que no puede ser  objetivamente demostrado como algo presente ante la mano, no es.
Si bien la facticidad del Dasein se distingue de la facticidad de lo que está presente ante la mano, esto es, el Dasein no se encuentra a sí mismo como presente ante la mano dentro del mundo; su condición de arrojado no le da un carácter de inaccesible pues como arrojado se encuentra en la existencia.
El Dasein es fácticamente, lo que es puede estar oculto respecto a su por qué, aunque el que se encuentra abierto para el Dasein y se revela constantemente en la disposición afectiva en la que cada vez el Dasein se encuentra —el que no puede ser explicado, tal inasibilidad deja al que como apertura indeterminada y así viniendo—. La disposición afectiva revela en mayor o menor medida el qué tan explícito o propio frente a su “lo que es y de que ha de ser en cuanto poder-ser” es; pero además, la disposición afectiva cierra regularmente el estado de arrojado, pues el Dasein huye de ella buscando alivio en el uno-mismo —huida ante la desazón del estar-en-el-mundo en su aislamiento, huida ante la angustia, huida ante la nada del mundo—.
La aperturidad más elemental del Dasein arrojado se revela como la disposición afectiva fundamental de la angustia, llevándolo ante la nada del mundo. El Dasein se angustia ante ese poder-ser más propio. ¿Y si el que llama fuese el Dasein que se encuentra en lo profundo de su desazón?
Desde una perspectiva “mundana”, nada puede determinar quién es el que llama. El que llama es el originario y arrojado estar-en-el-mundo experimentado como un estar fuera de casa —de lo familiar del cotidiano uno-mismo y por ello para el Dasein es una voz desconocida—, el que llama es experimentado como el desnudo “que” en la nada del mundo. El Dasein se llama y no se ofrece nada que pueda comunicar a otros, ¿qué podría decir sobre ello estando en medio de la desazón? ¿Qué le queda sino el poder-ser-sí-mismo, revelado en la angustia? Sólo puede haber una llamada y esta se da en el modo de callar: la interpelación al poder-ser del Dasein. La interpelación saca al Dasein de la habladuría pública, llama al silencio del poder-ser existente. ¿Qué es lo que llama tan sin lugar a dudas sino el desamparo en el cual está abandonado el Dasein a sí mismo?
La desazón, aunque encubierta cotidianamente, es el modo fundamental del estar-en-el mundo; desde este modo llama el Dasein como conciencia que en la forma de discurso refiere como “algo me llama”. Esta llamada tiene el tono de la angustia y cada vez que acontece el llamado es siempre como la primera vez porque la llamada viene del ente que soy cada vez yo mismo. La conciencia se revela como la llamada del cuidado y tiene su posibilidad ontológica en el hecho de que el Dasein es cuidado. El Dasein es interpelado por sí mismo en cuanto llamado a su más propio poder (anticiparse-a-sí).
Desde una interpretación mundana, la conciencia pasa como una conciencia universalmente válida, una conciencia pública, que habla de una forma que no es precisamente subjetiva, que habla en el sujeto como algo indeterminado. Esta conciencia universal, que es la voz del uno, es una invención dudosa a la que llega el Dasein porque la conciencia es en su esencia en cada caso mía, porque el llamado viene de un ente que cada vez soy yo mismo, esto es, la subjetividad se opone al dominio del uno-mismo y resuelve el llamado como una objetividad, un algo.
Hasta aquí, sólo se ha intentando trazar la conciencia como fenómeno del Dasein desde la constitución ontológica de éste como preparación para el hacer inteligible la conciencia como atestiguación en el Dasein de su más propio poder-ser. Ahora habrá de delimitarse el carácter del escuchar que corresponda genuinamente con la llamada: la comprensión propia desde la cual puede entenderse la conciencia, pues la llamada no se da en el vacío.
¿La conciencia funciona solamente de manera crítica o da algo positivo? ¿De dónde procede la interpelación, de los “remordimientos” o de la “tranquilidad” de la conciencia? Con la anterior caracterización ontológica general de la conciencia es posible entender que la llamada de la conciencia acusa al Dasein de ser “culpable”. Todas las experiencias de la conciencia coinciden con que hacen que la voz hable de alguna manera de “culpa”.

Bibliografía:
Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. Tr. José Gaos. México: FCE, 1971.
Ser y tiempo. Tr. Jorge Eduardo Rivera C. Madrid: Trotta, 2009.
Being and Time. Tr. Joan Stambaug. New York: State University of New York, 1996.
Being and Time. Tr. John Macquarrie y Edward Robinson. Oxford: Blackwell Publishers Ltd, 1962.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Seminario: "Ser y tiempo, Martin Heidegger 4"
Daniela Ortega De la Madrid

Síntesis de los parágrafos 49-53[1]
§49. Delimitación del análisis existencial de la muerte frente a otras posibles interpretaciones del fenómeno.
Como se ha estado revisando desde los parágrafos anteriores, Heidegger ha planteado y descartado ciertos conceptos referidos a la muerte que no aciertan con una interpretación ontológico- existencial de ésta. Por lo que en este parágrafo propone una delimitación de un concepto que corresponda mejor al dasein y que permita dar cuenta de su esencial estar vuelto hacia la muerte.
De este modo, se empieza con una descripción fenomenológica de la muerte caracterizándola como un fenómeno de la vida (en un sentido lato), pero vida sólo es pensable con referencia al dasein. De dónde parten la investigación de las ciencias biológicas, médicas, psicológicas, etc. Sin embargo, el análisis de Heidegger es metodológicamente prioritario a los de las ciencias, pues éstas ya dan por supuesto un cierto concepto ontológico de la muerte. Asimismo, la interpretación existencial de la muerte es posible abordarse sólo desde la ontología del dasein.
Se da una distinción de tres expresiones distintos para referirnos a la muerte[2]: a) Fenecer (fallecer): un terminar de cualquier viviente (animal, hombre o vegetal). b) Dejar de vivir: es el hecho de morirse. Y c) Morir: modo de ser del dasein que sabe que va a morir, y por ello está-vuelto-hacia-su-muerte.
Al ser la esencia del dasein, la existencia, sólo puede decirse algo de la muerte en relación con la existencia misma, así es que, la muerte define un límite final, mientras el dasein está siendo siempre es su fin. La muerte en el dasein es un estar vuelto hacia el fin. El morirse es un hecho que esta de algún modo ya anticipado. Esto es, que lleva a la muerte en su propio ser, e. d., el dasein es un ser para la muerte, con lo cual no se alude a que el dasein va llegar al fin o tenga un final como lo tienen cualquier otro ente que no tiene su modo de ser, fin no implica un mero todavía no o un llegar a plenitud (como el futo que madura). Ni tampoco alude a algo externo que cae sobre la existencia. Al determinar la muerte como un fin del estar –en- el- mundo, se designa un modo de ser propio del dasein, que es un ‘ser de final’ y que la muerte es su posibilidad más cierta.
Igualmente en el análisis, se dejan de lado cualquier postura o toma de posición sobre un más allá, inmortalidad o cualquier tema que sobrepase el propósito de la investigación heideggeriana, lo que interesa es aclarar cómo la muerte se hace presente como posibilidad dentro del dasein.[3] Para ello se expondrá la estructura ontológica del estar- vuelto- hacia- el- fin desde el modo en como ese ‘fin’ se presenta en la cotidianidad.

§50. Bosquejo de la estructura ontológico-existencial de la muerte.
El fenómeno de la muerte deberá determinarse por los caracteres del cuidado si es que pertenece al ser del dasein, estructura que por su parte, se ha revelado como constitución fundamental que se define en “un anticiparse-a-sí-estando ya en (el mundo) en-medio del ente que comparece (dentro del mundo)”[4] Los caracteres del cuidado revelan el fenómeno de la muerte de la siguiente forma: en la existencia se revela la muerte como lo venidero, en la facticidad es la posibilidad más extrema y radical, y en la caída queda manifiesta una ocultación de la muerte mientras el dasein está absorto en las cosas. Existencia, facticidad y caída son constitutivos del concepto existencial de la muerte: “el morir se funda, en cuanto a su posibilidad ontológica, en el cuidado.”[5]
A lo largo del análisis, la muerte se manifiesta como la posibilidad más propia, más extrema, irrespectiva e insuperable.[6] De tal suerte que no puede entenderse como un resto pendiente (lo aún no por vivir) puesto que esto significaría que aún falta algo en el dasein, con lo que se le comprendería como un ente que está ahí y deberá completarse. En cambio, en el estar vuelto hacia la muerte como un modo de ser, la muerte está delante como algo inminente, aunque su inminencia es distinta a la de las demás cosas que puedan también serlo. Su inminencia se funda en la esencial apertura del dasein a sí mismo, y en su constante anticipación a la propia existencia, y se da como posibilidad del no poder existir más, e. d. el que la muerte sea inminente nos dice que funda una posibilidad existencial en la que está abierto a sí mismo, en el modo de anticiparse-a-sí. El dasein es remitido a su propio poder-ser y ya no referido a otros.
La muerte como posibilidad insuperable, es aquello de lo que hay que hacerse cargo cada vez, ésta no puede asumirse de una vez y para siempre, sino que al estar viviendo se le va asumiendo en cada momento. Mientras existe el dasein está arrojado a la muerte, ésta es parte de su estar- en- el- mundo. De dicha condición esencial no hay un saber teórico deliberado, la disposición afectiva de la angustia es la que lo patentiza. La angustia ante la muerte procede del fondo de la existencia, su ante-que es ante su propio ser en el mundo, por el poder-ser más propio y radical del dasein. Es apertura al hecho de que el dasein existe como un arrojado estar vuelo hacia su fin.
El estar- vuelto- hacia- el- fin no expresa una actitud ante la muerte que surja ocasionalmente, sino que se trata de algo perteneciente a la misma condición de arrojado del dasein, y es independiente del querer o no querer saber expreso de esa condición. En la caída (en el cadente estar en medio de) el dasein puede ocultarse a sí mismo su relación con la muerte, al estar absorto en los entes, huye de lo desazonante de la muerte, lo cual se da regularmente en la cotidianidad. Y como el estar vuelto hacia la muerte es un constitutivo originario del dasein es posible mostrarlo en la cotidianidad pero desde un modo impropio.

§51. El estar vuelto hacia la muerte y la cotidianidad del dasein.
¿Cómo comprende afectivamente la habladuría del uno ese estar vuelto hacia la muerte?, ¿cuál es su comportamiento al respecto?, y ¿cuál es la disposición afectiva que abre al uno en esa comprensión?
En la cotidianeidad del "uno" se nos ofrece una concepción de la muerte en la que aparentemente todos saben de la muerte, más la interpretación pública da a conocer cómo el uno ha comprendido el estar vuelto hacia la muerte. En ella, la muerte es un acontecimiento habitual, ya que todos los días alguien se muere, no hay notoriedad en ello pero sí la seguridad de que aquel aún no soy yo. Y ese alguien  que nunca es nadie en particular, es sólo un muerto.
Entonces, el hablar de la muerte se da de un modo liviano, todos mueren o más bien, “uno se muere.” Así, la muerte llegará en algún momento pero mientras tanto, es algo lejano y no amenazante. Y al convertirse en acontecimiento público, se dejar de lado su constante posibilidad e inseparabilidad, al igual que su carácter de ser insustituiblemente mía.
El uno es tranquilizador e indiferente ante la muerte, lo que apremia es ocuparse con los quehaceres de la vida, y con ello el dasein escapa de su ser propio y se pierde en el uno, encubriendo su estar vuelto hacia la muerte. En ese comportamiento cotidiano de huida del dasein cayente, la disposición afectiva de la angustia es vuelta un miedo ante la llegada de la muerte, y por lo mismo pasa por una debilidad, mientras que “lo debido, (…), es la indiferente tranquilidad ante el ‘hecho’ de que uno se muere.”[7] Aun así, en esa cotidianidad cadente el dasein atestigua que el estar vuelto hacia la muerte es determinante incluso para el uno en la modalidad de un procurarse una impasible indiferencia ante ella.
§52. El cotidiano estar- vuelto- hacia- el- fin y el concepto existencial plenario de la muerte.
A través de una interpretación integral del modo cotidiano de estar vuelto hacia la muerte se  tratará de alcanzar el concepto existencial de la muerte. De este modo, en la habladuría del uno se dice: ‘uno se muere, pero todavía no’. En este decir encubridor ya hay una suerte de reconocimiento de la muerte, pues no se duda de su certeza aunque sea una certeza ambigua que la haga más tolerable. A la facticidad del dasein le es inherente el encubrimiento (el dasein en cuanto fáctico está en la “no-verdad”)[8] Tal encubrir del estar vuelto hacia la muerte es la interpretación del uno, y es una forma inadecuada del tener por verdadero la certeza de la muerte. En otras palabras, el uno entiende a la muerte como algo que en general sucede en el mundo y a todos en algún momento, pero la certeza es de la muerte de los otros, no se acerca a una certeza propia.
La muerte vendrá, es un acontecimiento probable y ahí radica su certeza empírica pero el estar propiamente cierto queda en suspenso con el aplazamiento de la muerte, sin embargo esa indeterminación del momento de la muerte implica que la misma puede ser posible en cualquier momento.
Certeza e indeterminación son los caracteres que resultan de la interpretación del decir cotidiano del uno. Y el concepto existencial plenario de la muerte se define del modo siguiente: “la muerte, como fin del Dasein, es la posibilidad más propia, irrespectiva, cierta y como tal indeterminada e insuperable del Dasein. La muerte, como fin del Dasein, es en el estar vuelto de éste hacia su fin”.[9]
Por parte de la problemática respecto a la posibilidad del estar entero del dasein: el resto pendiente está incorporado en el dasein, en el estar vuelto hacia el fin. En tanto que el dasein está constituido esencialmente por ese estar vuelto, en su ser más propio muestra la posibilidad del estar entero del existir.
En el morir fáctico, el dasein cotidiano ya se ha decidido como estar vuelto, en el modo impropio del esquivamiento cotidiano, mas, la impropiedad está fundada en una posible propiedad.
Sin embargo ahora surgen las siguientes preguntas: ¿qué hace ontológicamente posible el óntico estar vuelto hacia la muerte de un modo propio, y cómo acceder a esta posibilidad?  

§53. Proyecto existencial de un modo propio de estar vuelto hacia la muerte.
El modo propio de estar vuelto hacia la muerte queda sintetizada así: “el adelantarse le revela al dasein su perdida en el ‘uno mismo’ y lo conduce ante la posibilidad de ser sí mismo sin el apoyo primario de la solicitud ocupada, y de serlo en una libertad apasionada, libre de las ilusiones del uno, libertad fáctica, cierta de sí misma y acosada por la angustia: libertad para la muere.”[10]
La comprensión propia es ontológicamente indispensable para lograr una interpretación existencial del estar vuelto hacia su fin. Desde la caracterización del modo impropio se tratará de mostrar lo que constituye el modo de la comprensión propia, comenzando con que no puede ser al modo del uno como un encubrimiento del estar vuelto. Ese estar vuelto hacia la muerte es un estar vuelto hacia una posibilidad. Y el estar vuelto hacia una posibilidad conlleva, en el ámbito de la ocupación, a la posibilidad de ejecutar algo partiendo de los útiles, los cuales por su parte tienen un carácter de ser condición respectiva. En el caso de la muerte, no hay tal condición respectiva, ella como posibilidad es un modo de ser del dasein y no un útil. El ocuparse en realizar lo posible de la muerte significaría un suicidio, lo que acabaría con la misma posibilidad de estar vuelto hacia la muerte.
Estar vuelto tampoco consiste en pensar la muerte, calcularla o pretender esperar su realización, con ello no se rehúye la muerte pero sí su carácter de posibilidad, éste queda disminuido por la voluntad del querer disponer de la muerte calculadoramente cual si fuese un útil controlable. Y en la actitud del esperar, el dasein se fija en la concreción y realización de lo esperado, atiende el posible llegar a ser real. La proximidad de lo posible es una realización, que en el caso de la muerte al resultar un acabamiento total debe comprender como posibilidad. El estar vuelto es por ello “la máxima lejanía en cuanto a lo real.”[11]
El dasein siempre está adelantándose, el adelantarse hacia la muerte abre al dasein a la posibilidad de la existencia propia, con lo que escapa del uno. Este adelantarse pone al dasein en libertad frente a su poder ser, permitiéndole comprender y elegir en forma propia sus posibilidades fácticas haciéndose cargo de su finitud, y aislándolo sobre sí mismo, e. d., el dasein es manifestado en su singularidad al volver sobre sí mismo y no estar refiriendo su ser a los otros, con lo que no se abandonan las estructuras de la ocupación y de la solicitud, más bien , es a través de estas de donde surge la posibilidad de proyectarse a su modo de ser más propio y no ya al uno.
Con la muerte se cierra todo proyecto: “es la posibilidad de la imposibilidad de todo comportamiento hacia todo existir.[12] La certeza de la muerte se presenta al dasein en el adelantarse. No obstante, es una certeza cuya verdad no proviene de una contemplación teórica, de tal manera, no es que primero se observe que los otros mueren y de ahí se deduzca la propia muerte, ni proviene de una estadística de defunciones, su certeza pertenece a otro orden que al de las cosas ahí presentes, aquella es más originaria y radical. La muerte es siempre la mía, tener certeza de la muerte es un estar cierto del estar en el mundo, y por ende, de la posibilidad de ya no estar en él. Esa certeza tiene un carácter indeterminado en su cuándo, lo que deja siempre abierta la amenaza de la inminencia del morir, y que es patente en la angustia.
Hasta ahora se ha desarrollado la posibilidad del estar entero sólo desde una perspectiva ontológica pero no óntica, por lo que se pregunta con respecto a la posibilidad ontológica del adelantarse y su relación con el poder ser fáctico: ¿el adelantarse hacia la muerte puede ser atestiguado ónticamente por el dasein?



[1] Heidegger, Ser y Tiempo; trad. de Jorge Eduardo Rivera.
[2] Cfr. Ibíd. p. 247.
[3] Cfr. Ibíd. p. 252
[4] Cfr. Ibíd. p. 246
[5] ibídem
[6] Cfr. Ibíd. p.251
[7] Ibíd.p.255.
[8] Ibíd. p.257.
[9] Ibíd. p. 259.
[10] ibíd. p 267
[11] Ibíd. p. 262
[12] Ibídem 

jueves, 7 de mayo de 2015

Los principios de la filosofía, 1a parte. René Descartes.

Hola compañeros. Les dejo aquí la primera parte del texto de Descartes alrededor del que giró la exposición de Román, mismo al que hace referencia Heidegger en los parágrafos 19 a 21 de Ser y Tiempo.
Link para descarga

lunes, 27 de abril de 2015

Hola a todos,

les recuerdo dos cosas.  El formato de los textos presentados en el seminario, tanto las presentaciones de los parágrafos como las actas realizadas, debe ser:

-Times New Roman 12 a 1.5 de interlineado
- Citas a pie de página
- Bibliografía

Por otro lado, hay que recordar que la sesión de este jueves treinta comenzará a partir de las 11:30

Hasta el jueves,

Román.